El verano que siguió al otoño


El deseo es, en mí, un invitado que juega al intruso;
por eso tardo algunos días en percibir su llegada.

Poco a poco habita mi cuerpo, 
lo recorre en sus pliegues más ocultos
y se ubica, finalmente, detrás de mi piel.

Desde allí me empuja y cambia su juego.
Ahora es pájaro.
Y mientras crece va extendiendo sus alas, 
empuja mis órganos.

Yo no sé cómo es que trae tanta vida en su interior,
ni entiendo aún cuál es su alimento.

Sólo sé que un día eligió atravesar mi piel 
y guiarme suavemente hacia otro pájaro;
el que habita en tu piel,
y se escapa por tus manos.


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