Los meses transcurrían inevitables,
se vio también transcurriendo, cayendo...
como todo lo que respira.
Las hojas caían,
las pisaban, las embarraban,
los niños las rescataban para sus
trabajos escolares
lograban así una muerte digna,
honorable.
Un día alguien pensó que todo estaba
mal
que no se podía andar por la vida así
nomás,
transcurriendo, cayendo...
que había que animársele al aire
contradecirlo,
abrir bien los ojos y dejarse atravesar
por él
sin mediación,
llorando lágrimas para no secarse.
Al día siguiente, entonces,
el pensamiento siguió a la acción
o la acción al pensamiento, creo que
fue así,
y todo fue muy bello,
y muchos acompañaron a alguien
¿a quién no le gusta sentir la brisa
en la piel?
¿a quién no le gusta andar por ahí
recolectando historias
que luego contará a otros?
alguien quiso pedirle más al aire,
pidió viento,
y lo encontró.
Un viento cálido, casi caluroso
que girando en espirales intensos
desafiaba a los demás a levantar
vuelo.
Entonces alguien voló
voló alto, rápido
recorriendo esas partes de las montañas
que nunca visitarán la hojas caídas
de los árboles.
Así creyó que el verano era eterno
y buscando sostener el vuelo,
seguir al viento en su camino,
se sintió cansado
de un cansancio anterior.
Vino a su mente el recuerdo
de esos días en que todo estaba mal
en que se andaba por la vida así nomás
y algo le pareció extrañamente
parecido
y allí donde todo se movía tan
rápidamentese vio también transcurriendo, cayendo...
Fue por eso que un día cualquiera
en que nada había sido planeado
Suspendió sus movimientos,
sus intenciones,
se dejó (no caer, sino) ser.
Y ahí, en ese instante,
en que recibió al mundo en toda su
piel
vio,
rió,
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