Extraño anochecer de un Viernes feriado


Pensar las preguntas de otros es, a veces, una experiencia interesante;
después de todo, cómo podríamos decir que una pregunta nos pertenece
si todo nos preexiste,
si el lenguaje,
el sentido,
el sentimiento,
es anterior.

Hoy quiero pensar esa pregunta que me llegó, hace unos días, de manera inesperada; lo que es decir, del modo en que las cosas más bellas de este mundo nos llegan.Y yo, qué casi creía haberlo dicho todo sobre ella, de pronto no supe nada.

Extrañé lugares, sí,
tiempos y momentos, con nostalgia.
Extrañé también personas, 
cuando no estaban y cuando sí.
Extrañé cosas que luego llegué a odiar;
extrañé músicas, sabores, olores
(en especial los de la tormenta y el viento 
corriéndome por el campo)
Me extrañé a mí de niña,
exploradora de mundos.
Me extrañé joven,
amando como sin mañana.

Es que extrañar quizá sea eso, nuestra manera de reunir lo separado
de unir a cada pequeña muerte, una porción de vida;
de disputarle a la pérdida
unas ganas, un deseo;
de creernos dioses de la permanencia
mientras todo se desvanece.

Entonces sí, si extrañamos fragmentos que se resisten a ser devorados por la narración continua de nuestras vidas presentes;
entonces sí comprendo
que te extrañe a vos
que sólo sos 
un extraño.


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